Magonismo y Movimiento Indígena en México
Para nuestros hermanos y hermanas que mantienen viva la dignidad del pueblo mexicano
Introducción
Han pasado ya más de 11 años de su primera edición, y este trabajo no ha perdido vigencia, al contrario, ahora a fines de 1997, cuando el pueblo mexicano ha intensificado sus acciones, por hacer valer sus demandas históricas, ahora que los pueblos indios de México han venido impulsando una lucha heroica por Libertad, Justicia y Dignidad, el pensamiento y la actividad incansable de Ricardo Flores Magón cobran de nuevo un gran significado. Ricardo Flores Magón, aquel hijo de un principal de San Cristóbal Mazatlán, nos aporta más que nada, una entrañable congruencia entre vida y pensamiento, entre política y ética.
Sí, desde enero de 1994, la figura de Votan Zapata, cabalga de nuevo, reivindicando los derechos de los más pequeños, pensamos que no debe olvidarse, el pensamiento y la lucha de aquellos esforzados magonistas, muchos de los cuales, pagaron con su vida y con su libertad, la osadía de querer hacer florecer en tierra mexicana, el derecho de los más pobres.
Es por ello, que al cumplirse en 1997, setenta y cinco años del asesinato de Ricardo Flores Magón, en una oscura y fría cárcel norteamericana, hemos preparado la presente versión, la cual incluye un fragmento de la Nota Editorial de la primera edición, así como las aportaciones de nuestro compañero Benjamin Maldonado, incansable estudioso del magonismo y promotor de las razones de la gente de Costumbre.
Ahora que los poderosos del mundo, insisten en asesinar la memoria de nuestros pueblos, ahora que el olvido ha sido convertido en enemigo de nuestras luchas, queremos con este pequeño trabajo , seguir manteniendo despierto el recuerdo del esfuerzo magonista, él cual en buena medida, es el esfuerzo de los pueblos indios, es la lucha incansable de los más pequeños por construir un país donde quepan muchos mundos.
Nota editorial de la primera edición
Nuestro interés en editar esta ponencia radica en el hecho de que aborda un tema muy poco tratado: las relaciones entre el Partido Liberal Mexicano y las comunidades indígenas.
En sí, el inicio de tales relaciones se ubica en el año de 1906 y está íntimamente ligado con los trabajos militares que desarrolla el Partido Liberal Mexicano.
En un documento expedido por la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano y firmado por Ricardo Flores Magón y Antonio I. Villarreal, se comisiona a Javier Guitenea para que se aviste con el o con los jefes de la tribu yaqui, en el Estado de Sonora, México, y en nombre de la Junta entre en arreglos con dicho o con dichos jefes yaquis para efectuar un levantamiento armado contra la dictadura de Porfirio Díaz.
Las relaciones entre el Partido Liberal Mexicano y los yaquis fueron bastante fecundas, tal y como lo demuestra el comunicado que con fecha 15 de julio de 1914 mandó la tribu yaqui a los miembros del Partido Liberal Mexicano y en el cual se decía:
A los miembros del Partido Liberal Mexicano: Salud. Sirvan estas líneas para manifestaros nuestra simpatía por los esfuerzos que hacéis por ayudarnos a sacudir el yugo de nuestros opresores, contra quienes hemos venido sosteniendo una guerra desigual desde hace más de cuarenta años.
Con la mano puesta en el corazón os invitamos a venir a este campamento, donde seréis recibidos con los brazos abiertos a vuestros hermanos de miseria. No tenemos palabras con que manifestar nuestro reconocimiento por los sacrificios que hacéis por nosotros, y esperamos que siempre estaréis dispuestos a tendernos la mano, hasta que el capitalismo haya desaparecido de esta región del Yanqui y la bandera roja de Tierra y Libertad no tenga ya enemigos que combatir. Recibid los saludos de toda la tribu yaqui y un fraternal abrazo de vuestros compañeros por Tierra y Libertad.
En representación de la tribu yaqui firman: Luis Espinoza, Juan José Sibalaume, Luis Matus, Juan José Gómez, Ignacio Mori. El representante de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano en la región del Yaqui: Juan F. Montero. Cuartel General de la tribu en Torocopabampo, Río Yaqui Sonora, Julio 15 de 1914.
Muchos años más tarde, Librado Rivera publicaría el 19 de noviembre de 1927 un bellísimo artículo en las paginas del periódico norteamericano Cultura Proletaria, intitutado La pacificación del yaqui, en donde escribió: No es con el cuartel ni con bombas de dinamita como se podrá pacificar a los yaquis... sino dejándolos en paz para que ellos se gobiernen como más les agrade, y después devolverles sus casas y sus tierras que por la fuerza se les han arrebatado; lo yaquis no sólo dejarían de ser una amenaza contra el gobierno y contra el yori (extranjero), sino una raza de seres humanos que contribuirán con su inteligencia y su trabajo al progreso y bienestar de todos.
Ahora bien, en lo que respecta al ideario político y social de Ricardo Flores Magón, existen muchísimos escritos suyos en donde hace referencia directa a las comunidades indígenas, ya para informar de sus diversas problemáticas, o bien refiriendose a ellas con el objeto de demostrar la validez de las concepciones anarquistas que sustentaba.
La influencia de la vida comunitaria indígena en el pensamiento de Ricardo Flores Magón es evidente. En su artículo El pueblo Mexicano es apto para el comunismo, señalaba:
En México viven unos cuatro millones de indios, que hasta hace veinte o veinticinco años vivían en comunidades, poseyendo en común las tierras, las aguas y los bosques. El apoyo mutuo era la regla de esas comunidades, en las que la autoridad sólo era sentida cuando el agente de la recaudación de rentas hacía su aparición periódica o cuando los rurales llegaban en busca de varones para hacerlos ingresar por la fuerza al ejército. En estas comunidades no había jueces, ni alcaldes, ni carceleros, ni ninguna polilla de esa clase. Todos tenían derecho a la tierra, al agua para los regadíos, al bosque para la leña y a la madera para construir los jacales.
Los arados andaban de mano en mano, así como las yuntas de bueyes. Cada familia laboraba la extensión de terreno que calculaba ser suficiente para producir lo necesario, y el trabajo de escarda y de levantar las cosechas se hacía en común reuniéndose toda la comunidad, hoy para levantar la cosecha de Pedro, mañana para levantar la de Juan y así sucesivamente. Para fabricar un jacal, ponían manos a la obra todos los miembros de la comunidad.
Estas sencillas costumbres duraron hasta que, fuerte la autoridad por la pacificación completa del país, pudo garantizar a la burguesía la prosperidad de sus negocios. Los generales de las revueltas políticas recibieron grandes extensiones de terrenos; los hacendados ensancharon los límites de sus feudos; los más viles politicastros obtenían como baldíos terrenos inmensos, y los aventureros extranjeros obtuvieron concesiones de tierras, bosques, aguas, de todo, en fin, quedando nuestros hermanos indios sin un palmo de tierra, sin derecho a tomar del bosque ni la más pequeña rama del árbol , en la miseria más abyecta, despojados de todo lo que era de ellos.
Juan Carlos Beas y Manuel Ballesteros logran en el presente trabajo un sano equilibrio entre lo serio y lo ameno. Su escrito se lee con soltura y profundo interés que de seguro despertará en el lector un cúmulo de inquietudes y razonamientos que le inducirán a participar, de acuerdo a su posibilidad, para tratar de acabar con los tiempos locos.
Chantal López y Omar Cortés
I. Una larga resistencia contra la barbarie occidental
Las naciones indígenas que desde tiempos antiguos habitan el actual territorio mexicano han sido actores directos de las grandes convulsiones sociales que han sacudido al país.
Desde aquel momento en que el primer conquistador ibero posó su pie de cruz, sangre y pólvora sobre estas tierras, la mayoría de los pueblos indios ofrecieron una necesaria, tenaz y violenta resistencia cuyo fin fue y ha sido conservar y recuperar tierras, bosques, costumbres y la propia vida.
Este combate ha sido permanente y no sólo han enfrentado al invasor español, francés o norteamericano, sino también a los gobiernos conservadores o liberales del México independiente, y al grupo que heredó el poder como resultado de la derrota de la llamada revolución mexicana.
Porfirio Díaz, sanguinario pacifista oaxaqueño, al igual que el serenísimo Santa Ana entregó nuestros recursos y tierras al invasor extranjero, y desarrolló durante su gobierno un proceso de modernización capitalista, basado en el despojo de tierras y recursos naturales y la violencia contra las ya muy disminuidas naciones indígenas.
Como respuesta, los pueblos indios desarrollaron en diferentes momentos, ya sea durante el porfiriato o durante los años de lucha armada, revueltas cuyo fin era recuperar lo despojado y detener los procesos de dominación. Al mismo tiempo, su lucha cotidiana iba dirigida a mantener viva La Costumbre, es decir su forma de vida y cosmovisión.
Esta Costumbre, que a fuerza de necedad y de resistencia persiste hoy en día, propone ciertas formas de propiedad y de relación de las gentes entre sí y con la naturaleza, que son un obstáculo para los procesos de expansión capitalista.
La comunalidad, como costumbre de los pueblos indios y campesinos, propone la propiedad social, formas de representación directas y asamblearias, así como un aprovechamiento del trabajo y los recursos donde la noción de mercancía es excluida y constituye también una forma de entender el funcionamiento del mundo como resultado de la intervención colectiva de hombres y fuerzas sobrenaturales. De ese modo, La Costumbre significó un obstáculo para el proyecto de Estado nacional y de modernización capitalista que impulsaron Porfirio Díaz y sus secuaces.
En un país predominantemente rural, como lo era México a principios del siglo XX, el movimiento magonista dirigió una parte importante de sus acciones al sector campesino e indígena.
El magonismo, a través de muchas de sus acciones, proclamas, artículos, programas, rebeliones, asambleas, se muestra como un movimiento vinculado a la tradicional lucha de resistencia de las naciones indígenas. Esta vinculación entre resistencia indígena y magonismo es parte de una tradición socialista y se presenta determinada por el comunalismo de los pueblos indios. El magonismo es una expresión de lo que llamaremos socialismo; éste ha levantado como una de sus demandas principales, la recomunalización, la restitución de tierras comunales a los pueblos y el respeto a la diferencia que representan los pueblos indios en un contexto cada vez más mestizo y occidental.
Entonces, el magonismo se nutre fundamentalmente de tres corrientes: el liberalismo mexicano, el anarquismo europeo y la comunalidad indígena.
En este trabajo pretendemos señalar la profunda vinculación que existió entre la resistencia indígena y los magonistas a principios de siglo. Es la historia de una lucha que no ha terminado: los "vencidos" siguen luchando en sierras, selvas, montañas o barrios; las ideas magonistas no han muerto, al contrario, han germinado y son parte de la memoria, de la historia viva de un pueblo que se niega a morir, pese a los deseos y esfuerzos de las tecnocracias gobernantes.
II. Los enemigos de siempre De cómo un niño hizo chato a su hermano
Muchos años antes de que en Miahuatlán, Oaxaca, un niño de nombre Porfirio quemara las narices de su hermano Félix --ese mismo que años después sería mejor conocido como el chato Díaz--, en muchos lugares del viejo Anáhuac los pueblos autóctonos se resistían con la violencia a las agresiones de que eran víctimas. Algunos pueblos no soportaron epidemias y guerras de exterminio, como los cazcanes y los acaxes; éstos, al igual que muchos otros pueblos, desaparecieron después de una lucha sin cuartel contra los invasores.
Durante el virreinato fueron numerosas las rebeliones indígenas, reivindicándose en la mayoría de ellas territorio, autonomía y costumbre "antigua". El elemento indio jugó un papel activo en la guerra de Independencia. Los denominados héroes de esta gesta, estuvieron íntimamente ligados a la vida de los pueblos indios: Miguel Hidalgo hablaba otomí, Morelos se formó en pueblos purépechas, un ejército de indios y negros acompañaba a Vicente Guerrero. Al calor de la guerra de Independencia, "un ciudadano de Xalisco", editó los "Contratos de Asociación para la República de los Estados Unidos del Anáhuac", el cual fue el primer proyecto de organización política federal; en dicho documento se reinvindica la importancia de la propiedad comunal de los pueblos indios.
Debido a que liberales y conservadores fueron igualmente nocivos a los pueblos indígenas, las rebeliones continuaron. En las guerras contra los invasores franceses y norteamericanos se destacan los guerrilleros zacapoaxtlas, nahuas y las milicias mixtecas y zapotecas.
En 1876, aquel niño miahuatleco que dejó al hermano chato, ya era general y al amparo del Plan de Tuxtepec se levantó en armas. Así se inicia una tiranía que duraría más de treinta años.
La dictadura porfirista, íntima aliada de grandes capitalistas extranjeros, impondrá un proceso de modernización capitalista que necesariamente chocó de manera frontal con los intereses de las comunidades indias.
La guerra contra los extranjeros
Durante todo el porfiriato, los pueblos indígenas lucharon constantemente; la reivindicación comunalista es uno de los gritos de rebeldía más temido por la dictadura. Un buen número de estas revueltas son continuación de la guerra que desde hacía muchos años se mantenía viva, enfrentando a extranjeros e indígenas.
El Plan de los indios Huaxtecos de Tantoyuca, señalaba: Declaramos guerra a muerte a la propiedad. Veintiún años después, Juan de la Mata Rivera, editor del periódico El Socialista, terminaba un artículo proclamado: ¡Quitad a los curas los diezmos. Abajo el tlacualtomin; quitad a las haciendas las tierras usurpadas con la justicia y el derecho!.
En el Plan de Tuxtepec, don Porfirio se comprometió a atender las solicitudes de los pueblos indígenas de restitución de las tierras; al no cumplir lo acordado, se rebelaron diferentes comunidades indígenas.
En 1877 los campesinos otomíes toman haciendas en diferentes lugares del Estado de Hidalgo, lo que provoca una polémica en la cual los ricos discuten si se trataba de un problema de comunismo o de tribus salvajes.
Las llamadas Comunidades Agrarias lucharon a través de la expropiación en contra de las haciendas y de sus antinaturales leyes.
También en 1877 se revive la guerra en Sierra Gorda; aquí los indígenas reclaman el poder para el pueblo en armas. Esta revuelta sacudió los estados del centro-norte del país, logrando dominar amplia zona por más de diez años. Juan Santiago, al frente de un ejército indio, toma Tamazunchale al grito de ¡ Muerte a todos los que llevan pantalón!. En 1882 se toma Ciudad del Maíz y la guerra comunista obliga al gobierno a restituir tierras comunales. Sobreviene luego una paz asegurada por dos divisiones federales.
En 1882, se rebelan de nueva cuenta los zapotecos del Istmo, ahora encabezados por Ignacio Nicolás: Los juchitecos y los sanblaseños mantuvieron una resistencia sorda frente a las imposiciones de los gobiernos estatal y federal, encabezados por los hermanos Díaz; años antes, el Benemérito Benito Juárez, también zapoteco, había ordenado en dos ocasiones incendiar Juchitán y, siendo gobernador, creaba allí una escuela de primeras letras porque sostenía que "sólo la ilustración puede desterrar de esos pueblos los vicios y la inmoralidad que los domina y que los precipita a cometer desórdenes que el gobierno se ha visto en la necesidad de reprimir con la fuerza de las armas.
El Chato Díaz moriría en Oaxaca en campaña contra los llamados tecos, los dixha zaá. Don Porfirio nunca los perdonó, pero sus comentados amoríos con la bruja y cacica de Tehuantepec, Juana Cata Romero, lo mantuvieron cerca del Istmo de Tehuantepec.
Al igual que otras naciones indígenas, la del istmo combatía por la defensa de los recursos y de la autonomía, en una larga lucha que persiste con fuerza hoy en día.
La Guerra Sagrada de los Yaquis.
Por su parte, en el norte del país, los pueblos yaquis habían reiniciado su lucha contra el yori en 1875. El Capitán General del Yaqui, Cajeme, encabeza una Confederación de todos los indios de Sonora para recobrar las tierras perdidas. En esta guerra permanente, el porfirismo estuvo a punto de exterminarlos.
Ya los temastianes o agoreros invitan a la guerra; en las fiestas se baila el pascol, en burla a los blancos: el tiempo de recuperar lo despojado ha llegado.
El ejército federal ataca la fortaleza yaqui de Buatachive, en donde ondea la bandera roja; son derrotados los indígenas, corría el año de 1886.
La persecución y las enfermedades medran a los yaquis que se refugian en las serranías de El Médano. Un barco, El Demócrata, persigue y captura indios refugiados en las islas y los tira a un mar erizado de tiburones. Cajeme moriría en 1887, ejecutado.
La asamblea de los Ocho Pueblos decide continuar la guerra santa por la tierra, los ancianos nombran a Tetabiate como jefe; éste sigue el ejemplo que dejara Anayuleti, el primer jefe yaqui que enfrentó a los españoles.
Los yaquis no dejan de hostilizar a los yoris y valiéndose de las guerrillas detienen los trabajos que intenta el Gobierno Federal a través de la Comisión de Fomento: los canales, esas heridas hechas a la tierra, no podían permitirse.
Los generales porfiristas, ante el empuje de los yaquis, declaraban que el único medio existente para domesticar a la fiera era la muerte. Después de las batallas de Baacum, Nogales y Mazocoba, en el año de 1901 moría Tetabiate y miles de yaquis serían asesinados, al tiempo que otros miles eran conducidos a tierras lejanas, a encontrarse con la muerte de las haciendas tabacaleras del Valle Nacional, o de las henequeras de Yucatán.
Para don Porfirio y socios, la única forma de apropiarse de las ricas tierras de los valles del Mayo y del Yaqui consistía en exterminar a los pueblos indios. Pero estos pueblos aún no olvidan decir "biba atoha" ( ¡rebelarse!).
Pocos años después de la muerte de Tetabiate, los yaquis se volverán a poner en pie de lucha, encabezados ahora por Sibalaume, quien se aliará a los rebeldes magonistas.
La Santa de Cabora invita a la rebelión.
En los años de 1893 y 1894, la sierra Tarahumara en el estado de Chihuahua ardería en rebelión.
Esta revuelta estaría inspirada por la santa rebelde, Teresa Urrrea, llamada también La Doncella de Cabora. Fue cuando los pueblos de Tomóchic y Temósachic desafiaron al ejército federal impulsados por una muchacha de dieciocho años, originaria de Ocoroni, la cual había resucitado y hacía curaciones milagrosas.
La fama de esta lideresa juvenil se extendió entre los indios, naciendo el culto llamado teresismo. Los peregrinos llegaban de muchos pueblos; cuando volvían a sus comunidades la gente escuchaba, sorprendida y alborozada, minuciosos relatos que hablaban de la fuerza que tenía la santa. La Doncella de Cabora recorrió los pueblos y predicó que todos los actos del gobierno y del clero eran malos. La virgen difundía un mensaje apasionado de justicia y libertad que traía del cielo: la divinidad invitaba al combate social.
Los ganaderos ricos levantaron calumnias sobre el pueblo de Tómochic para despojarlo; el Gobernador Lauro Carrillo hizo su parte: ordenó que fueran fusilados los tomochitecos, pero éstos lograron derrotar a los federales en 1891. La revuelta cundiría en la región durante varios años; los santos, que surgían como hongos, hablaban de salvar las tierras y de la lucha contra la dictadura.
Mientras en 1892 los Flores Magón iniciaban a tambor batiente sus actividades políticas en el centro del país, en la Sierra Tarahumara ardía la hoguera del fanatismo y Teresa Urrea era encarcelada y desterrada a los Estados Unidos.
Los periódicos de la época hablaban de los tomoches como un grupo de fanáticos que se habían vuelto locos.
De los cinco mil sublevados que había puesto en pie de guerra la Santa de Cabora, más de tres mil eran indígenas. Tómochic y Temósachic fueron barridos con artillería Bang y cientos de rebeldes cayeron asesinados.
La Santa de Cabora moriría en 1906 a la edad de Cristo, difundiendo a través de un periódico ideas de reivindicación social y de lucha; el periódico se llamó El Independiente, y el mensaje de guerra santa por la libertad había tomado ya la orientación magonista del periódico.
La gesta de los Cruzoobs. Arderá la tierra. Aparecerán círculos blancos en el cielo, en el día que ha de llegar...
¡ Ya está viniendo! ¡ Serán esclavas las palabras, esclavos los árboles, esclavas las piedras, esclavos los hombres, cuando vengan! --Libro del Vaticinio de los trece Katunes.
En la península de Yucatán, cuando don Porfirio tomaba el poder en 1876, una gran zona es región liberada y se encuentra en poder de los mayas, sobrevivientes de la guerra de castas que encabezaran los jefes Cecilio Chi, Jacinto Pat, Florentino Chan, Bonifacio Novelo y Venancio Pec.
Los mayas logran conservar una parte importante de territorio y convierten a Chan Santa Cruz en capital de la resistencia y lugar donde la Cruz Parlante invita a la independencia.
Miles de mayas libres constituyen un reto para la dictadura porfirista, pues junto con los yaquis tenían encima al quince por ciento del ejército federal. En diferentes años, don Porfirio ordenó campañas militares contra los sublevados al corazón mismo del reino de la Cruz Parlante, en las actuales selvas de Quintana Roo.
En 1901 la tropa federal entra en Chan Santa Cruz y encuentra la población desolada, la sed los lleva a tomar agua del cenote, agua envenenada por los insumisos: decenas de soldados murieron y la tropa ya no pudo perseguir a los rebeldes que se habían refugiado en Dzula, lugar ubicado a cien kilómetros de allí; cien kilómetros de selva.
La raza maldita, como llamaban a los indios los curas, hacendados y políticos, se resistía en el sur, mientras miles de mayas y yaquis coexistían en un ambiente de esclavitud y vejaciones en las haciendas henequeneras del norte de la península. Años después, Tepich, capital rebelde en la época de la guerra de castas, sería estremecida por los bombazos magonistas. Los tiempos locos debían terminar.
El Principio del Fin
Un año antes de que en diferentes lugares del territorio mexicano se manifestara la acción reivindicatoria de los magonistas, persiste en la Sierra Gorda la rebeldía: Vicente Cedillo se levanta en armas en Minas Viejas, San Luis Potosí, en 1905.
Para estas fechas, los magonistas constituían la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano y reunían y analizaban las distintas propuestas y posturas de los liberales para conformar el Programa del PLM, que serían dado a conocer en julio de 1906, un mes después de que la opinión publica se sacudiera al saber que la huelga de los mineros de Cananea, Sonora, en demanda de mejoras laborales y contra el maltrato y discriminacion del obrero mexicano, fuera reprimida por el gobierno mexicano con el apoyo de tropas norteamericanas que violaron la soberanía nacional al penetrar a territorio mexicano. La complicidad del gobierno norteamericano en la lucha contra el magonismo ya tenía unos años de historia y continuaría durante casi dos décadas.
III. Las primeras batallas
Soy un salvaje, un hijo de la naturaleza... resiento cualquier ataque a mi libertad. Mi alma se aviva aún con el soplo de las montañas que presenciaron mi advenimiento a la vida, un soplo saludable, un soplo puro. Por esto es que amo la justicia y la belleza. - Ricardo Flores Magón.
1.- Es probable que aquella noche de marzo de 1892, las noticias de lo ocurrido apenas unas horas antes en el Zócalo de la gran ciudad hayan sonado como cañonazos en los recintos del palacio del dictador. Es posible que algunas condecoraciones hayan hecho ruidos de vitrina que se tambalea; pero seguramente aquel corazón ni siquiera se sobresaltó: el sufrimiento espantoso y cotidiano de millones y millones de mexicanos, indígenas y campesinos principalmente, no lo conmovía. ¿Lo haría una simple manifestación callejera de unos cuantos miles de hambrientos y exaltados?. Esa noche de marzo su mirada recorría las cifras de muertos y heridos, y no se detendría ante los apellidos Flores Magón, que por partida doble figuraban en la lista de los detenidos. ¿ Y porqué abría de hacerlo ? Nada altera la rigidez del rostro del hombre más poderoso de la República Mexicana, dueño de vidas, tierras, leyes e instituciones. Poco significaban para él aquellos estallidos de la plebe; desde niño tenía orejas y nariz acostumbradas al estruendo y al olor de la pólvora. Por la ventana veía con indiferencia a los empleados que reparaban los destrozos, las huellas de la manifestación. Ebrio de poder, recordaba que apenas dos años antes el Congreso había aprobado, casi por unanimidad, las reformas constitucionales necesarias para que él pudiera reelegirse indefinidamente. Grandes negocios se gestaban en su pensamiento. Esa noche, ante los ojos cansados del sanguinario viejo sesentón, pasaron desapercibidos los primeros efectos, aquellas primeras muestras tangibles de lo que más tarde sería su enemigo mortal: el magonismo.
2.- Escuela de Minería. Patio central. 1892.
No podemos aguantar que el asesino se entronice para siempre. La voz de aquel joven estudiante oaxaqueño, hijo de Teodoro y Margarita, retumbaba en los oídos de sus compañeros: Tenemos que suprimir esta farsa que es una tragedia para México. En los rostros de los cientos de muchachos se notaba una gran tensión: Vayamos por la ciudad; digámosle al pueblo que tiene derechos, que ya no permita que el dictador los pisotee. El joven Flores Magón necesitaba gritar más fuerte para sacar del pecho esa rabia que amenazaba con ahogarlo: Vamos a darle valor a la gente para que acabe con tanta infamia. ¿Cómo? ¡Impidiendo que el viejo se reelija! ¡Manifestando públicamente nuestro repudio al régimen! ¡Marchando sobre el palacio nacional si es necesario!.
Y unidos por la misma idea y movidos por el mismo coraje, los estudiantes ganaron la calle y fueron a correr la voz, a enfrentar sus ardores juveniles, sus ansias de justicia, su ingenuidad, a los cuerpos represivos del viejo asesino.
Plaza del Zócalo. Costado de la Catedral. Tarde de marzo. 1892.
-Amigos: ¡El presidente los ha traicionado a ustedes y a todo México!, Gritaba el jovenzuelo: Ha violado nuestras tradiciones, ha destruido las leyes de Reforma. Se ha puesto del lado de la Iglesia. El puño de aquel joven apuntaba hacia la vieja construcción, mientras su voz sacudía las conciencias de los feligreses que salían de Catedral.
Enfrente, las sombras de los fresnos agitados por el viento, aún dibujaban formas sobre el césped de la plaza magna. El hijo de Margarita y Teodoro continuaba: ¿Quién vende nuestro país a los industriales franceses, ingleses y norteamericanos? ¿Quién tiene la culpa de que seamos esclavos de la Iglesia y de los extranjeros? ¿Quién? Y la respuesta se hizo en aquella multitud de indios, cargadores, obreros, carniceros, zapateros, niños y muchachos; y como una descarga de fusilería se oyó: ¡Porfirio Díaz! Pronto la tarde se vestiría de violeta para presenciar el primer enfrentamiento entre el dictador y el magonismo. Allí aparece la policía montada. Allí avanza entre una tormenta de piedras, con el sable desenvainado. Allí antes de que se generalizara la trifulca, todavía se alcanzan a oír los gritos del muchacho: No dejaremos que el asesino se reelija! ¡Muera Díaz! ¡Viva la libertad!. Y luego fueron los golpes, los quejidos, las corretizas, los muertos, los heridos. Y fue la multitud enardecida la que por fin se levantaba a luchar por su dignidad. Esa rebeldía, ese descontento empezaron a tener un nombre: magonismo.
3.- Aquella noche de marzo de 1892, Teodoro Flores habría sonreído entre preocupado y orgulloso, si hubiera podido ver cómo Margarita, su mujer, llorando en silencio, aplicaba compresas frías y calientes sobre la espalda magullada de su hijo menor, quien de vez en cuando suspendía el relato de los hechos para ahogar un grito. Pero Teodoro Flores, indio oaxaqueño de sangre mexicana, no pudo escuchar el lacónico "hiciste bien" que su esposa pronunció cuando el hijo terminó de contar los sucesos del Zócalo; Teodoro tampoco pudo sonreir ante lo que pasaba en ese cuarto húmedo y frío porque estaba en el panteón, muerto desde el año pasado, víctima de una pulmonía cuata que había agarrado por las mojadas que se dio mientras cumplía con su trabajo.
Sin embargo, cuando se oyeron aquellas dos palabras, madre e hijo pensaban en lo mismo. Tal vez por ello, en ese momento el rostro de uno de los que platicaban entre las tumbas, bajo la luz de la luna, se iluminó, lanzó destellos: Alguien de afuera está pensando en tí, dijeron a Teodoro unos que llevaban allí más tiempo que él.
La familia de Teodoro Flores, indio mexicano.
Pero para que en ese 1892 el magonismo empezara a andar por las calles (y por las cárceles), muchas cosas habían tenido que pasar. Entre ellas que Teodoro, aquel patriota indio, bravo y altivo, que combatía contra los franceses en Puebla, conociera a Margarita en medio de la metralla de uno de los sesenta y cuatro días que duró aquel sitio, y que la valentía de la moza mestiza lo atrajera poderosamente. Debido a ello, cuando ya iba prisionero rumbo a Veracruz, aquel hombre moreno comprendió que tenía que fugarse, derrotar al enemigo y regresar algún día por cierta joven poblana.
Ya se halla refugiado en su pueblo. Los recuerdos revolotean en su cabeza como mariposas multicolores, por su memoria desfilan rostros, fechas, acontecimientos: años atrás los conservadores habían matado a sus familiares, incluida su esposa. Por eso, cuando recibió aquel mensaje se encontraba solo. Leyó: Compañero Teodoro Flores, necesito urgentemente su brazo derecho y el de sus valerosos compañeros, venga inmediatamente, se lo ruego.
Era Porfirio Díaz, quien atacaba sin éxito a los conservadores en la mismita Puebla. No tuvo ninguna duda mientras caminó, junto con trescientos hombres, por sierras y valles durante treinta días. Serían las siete horas de una mañana de abril de 1867 cuando arriba a la ciudad del rompope, los camotes y las iglesias. Se entera rápidamente de la situación. Luego, sin perder tiempo en desayunos y esas cosas, encabeza a la gente y al grito de ¡Lo que Oaxaca quiere, Oaxaca lo tiene! toman por asalto la trinchera del Barrio de San Juan.
Dos meses después Maximiliano es fusilado en Querétaro. En Puebla, Teodoro pide la mano de Margarita Magón. Se casan y van a vivir a las montañas oaxaqueñas de la sierra mazateca, bajo un sol radiante, entre huertos de naranjos, mameyes y chicozapotes.
Margarita ya había traído al mundo tres varones cuando Teodoro empuña de nuevo las armas para apoyar el levantamiento de Tuxtepec. Meses más tarde, cuando el ejército porfirista entra victorioso a la ciudad de México, Teodoro es uno de los oficiales que más ha contribuido al encumbramiento de su paisano. Entre aplausos y vivas, Teodoro marcha pensativo. Sin embargo, no se imagina que el hombre que va al frente, pronto sumiría en el terror y la miseria al pueblo mexicano, y sería un implacable perseguidor de sus hijos.
En Teotilán del Camino la ausencia del esposo se prolonga, y doña Margarita decide emprender una aventura que será trascedental para la historia del magonismo. Sin dinero para el pasaje, marcha con sus hijos a la gran ciudad; ya su valentía y su ingenio le indicarían la manera de conseguir sus fines. En esa aventura el pueblo juega un papel muy importante: un inspector ha sorprendido a los pequeños Flores Magón viajando ocultos en unos canastos, e indignado, se dispone a bajarlos del tren. En esos momentos los divertidos pasajeros deciden cooperar para el pasaje de los niños. Margarita respira aliviada.
Una ciudad inhóspita les da la bienvenida. La familia oaxaqueña abría los ojos tratando de abarcar el mundo nuevo que aparecía ante ellos.
La situación fue difícil desde un principio, desesperada a veces. Sin embargo, recuerda Enrique, Teodoro nunca dejó de platicar con sus hijos: Qué distinta es la vida en Teotitlán y su región, a la vida en este pobre México. Allá todo se posee en común, menos las mujeres. Toda la tierra que rodea a nuestros pueblos pertenece a la comunidad entera. Por las mañanas, salimos a trabajar la tierra, todos, menos los enfermos, los inválidos, los viejos, las mujeres y los niños. Y cada cual lo hace con alegría, porque le da fuerzas saber que el trabajo será para el bien común. Así, cuando llega el tiempo de levantar la cosecha y de repartirla entre los miembros de la tribu, cada uno recibe su parte de acuerdo con sus necesidades. Por eso entre nosotros no hay ricos ni pobres, ni ladrones ni limosneros. Y los tres muchachitos abrían los ojos y su imaginación volaba hacia la tierra que los había visto nacer.
Se dice que yo era el que mandaba sobre varios pueblos, porque era el tata. Es verdad, yo era el jefe. Pero hasta el momento de marcharme de Teotilán yo no di órdenes; no ejercí jamás una autoridad coercitiva. Sólo hice de consejero y árbitro, pues en realidad no hace falta que se nos imponga una autoridad, pues sabemos vivir en paz unos con otros, tratándonos como amigos y como hermanos. Y en aquella voz se notaban la nostalgia y la añoranza.
Y qué distinto es en otros lados. Aquí en México, vean al obrero: trabaja doce horas al día y sólo le pagan veinticinco centavos. En el campo, los peones de las haciendas están peor: trabajan de sol a sol, muchas veces hasta más tarde y nomás reciben doce centavos, un poco de maíz y un puño de frijol al día. Ah, y un buen latigazo si no trabaja con la rapidez que se le antoja al capataz. Sin perder palabra, los niños veían salir de los ojos oscuros de su padre unas miradas centellantes. Luego veían a doña Margarita, que con su serena expresión apoyaba las palabras de Teodoro.
¿Cómo saber en ese momento que siete años más tarde el dictador mandaría jueces, políticos y soldados para repartir entre sus favoritos las tierras comunales de la región mazateca, entre las que se encontraban las de Huautla, donde una niña de nombre María Sabina cumplía su primer año de vida?
5.- Poco antes de que la muerte se lo llevara al camposanto, Teodoro pediría perdón a su mujer por haberla tenido en la pobreza: en mi mano estuvo el haberte dado una linda casa y buena ropa y todo lo que se compra con dinero. Pero no pude hacerlo de otro modo sin dejar de ser hombre, diría con voz débil y ronca. Luego miraría a sus hijos y les pediría que calmaran su llanto: no dejen que el tirano les robe su hombría. Recuerden siempre que son hijos del hombre que sirvió a Benito Juárez con honor en la causa sagrada de la libertad del pueblo. ¡Recuerden!, diría con sus últimos alientos.
Y los Flores Magón no olvidarían aquellas palabras, como tampoco lo harían con el último gesto que doña Margarita tendría, diez años más tarde, cuando en su lecho de muerte recibió a un emisario del dictador: Dígale a sus hijos que dejen de atacar al presidente, y su excelencia se compromete a dejar que salgan de la cárcel para que usted se despida de ellos , diría aquel tipo gordo, pulcramente vestido, mientras jugaba con su sombrero de copa. Dígale al presidente Díaz que escojo morir sin ver a mis hijos . Dígales que prefiero verlos colgados de un árbol o en garrote, a que se arrepientan o retiren nada de lo que han hecho o dicho, respondería desde el catre aquella mujer pobre y extenuada.
6.- Año de 1892. Año de crisis . En San Luis Potosí, entre la sequía, el hambre, la epidemia de tifo y el drástico derrumbe del precio de la plata, los hombres de negocios clamarán ante el gobierno estatal por cambios políticos. El pulpo voraz de los Guggenheim no tardará en llegar como respuesta . Camilo Arriaga está por iniciar un movimiento de oposición a Díaz. Librado Rivera enseña en El Montecillo, escuela a la que también dirige. En Guanajuato, la familia Guerrero Hurtado celebra el décimo aniversario de Práxedis Gilberto, el sexto de los hijos .
En ese mismo año, Panchito Madero ingresará a Berkeley a estudiar las nuevas tecnologías agrícolas, y el brutal despojo de las tierras pertenecientes a los indígenas continuará con más empeño.
El dictador se reeligirá. Y en los cerebros y en los corazones de los agobiados mexicanos, empezarán a bullir las ideas de lucha, justicia y libertad.
El magonismo ha iniciado su larga marcha. IV. El Magonismo, corriente radical de la Revolución Mexicana
Vientos de tempestad
El magonismo fue un movimiento político independiente del Estado, que tomó su nombre de los revolucionarios oaxaqueños hermanos Flores Magón.
En términos de lucha, este movimiento surgió en 1892, como un grito espontáneo y vigoroso, más tarde se vinculará estrechamente con otros procesos revolucionarios, vinculación que lo llevará a diluirse en ellos, imprimiéndoles un sello reconocible.
En el movimiento magonista participarán hombres y mujeres de diferentes regiones del país, de ocupaciones y razas distintas. Desde el maestro Librado Rivera, los periodistas Flores Magón, los pequeños comerciantes como Carrillo Puerto; indígenas como Fernando Palomares o Ignacio Gutiérrez, mujeres como Modesta Abscal, Conchita Rivera y Trinidad Saucedo, obreros y empleados como Hilario C. Salas, Cándido Donato Padua o Esteban Baca Calderón; militares como Manuel M. Diéguez, juchitecos como Adolfo C. Gurrión, los chihuahuenses Prisciliano Silva y Manuel Chao, o el guerrillero poeta guanajuatense Práxedis G. Guerrero.
Muchos morirán en la cárcel o en enfrentamientos violentos con tropas federales; otros llegarán a gobernar sus estados o serán diputados; algunos se incorporan al zapatismo; otros muchos morirán viejos y pobres.
El movimiento magonista, al igual que otras corrientes populares, fue derrotado. La revolución, al convertirse en gobierno, murió, El grupo que capitaliza este gran movimiento social se ve obligado a adoptar algunos postulados programáticos del magonismo, para dar carácter revolucionario a ese documento que nació muerto: la constitución política del 17. Sin duda, el magonismo constituye la principal fuerza de oposición a la tiranía porfiriana, pero no logra hacer triunfar su avanzadísimo proyecto social.
Algunos estudiosos del fenómeno magonista, han insistido en ubicarlo tan sólo como un movimiento precursor, periodístico, y predominante urbano; tal sería el caso de James D. Cockcroft. Otros, como Armando Bartra, han puesto particular énfasis en la búsqueda de símiles con modelos iskristas, interpretación que no toma en cuenta la tradición viva de un socialismo comunalista y agrario. Para otros estudiosos, el magonismo importa mecánicamente los planteamientos del anarquismo europeo.
De la misma forma, existen estudiosos cooptados por los gobiernos posrevolucionarios, que insisten hasta la estulticia en que el magonismo fue la expresión culminante del liberalismo mexicano, y que sus planteamientos fueron sabiamente interpretados por los verdugos de la revolución y plasmados en la carta magna, que supuestamente rige la vida social de los habitantes de la tierra mexicana. Desde nuestro punto de vista, ninguna de estas interpretaciones toma en cuenta las raíces populares nativas, elemento importante y propio del magonismo.
Lo que debe quedar claro es que la revolución que buscaban los magonistas era total, radical, muy diferente por tanto a lo que se ha llamado "revolución mexicana". Por ello, el magonismo no es su precursor, porque no luchaban por lo mismo, ni tampoco se redujo la vida del magonismo sólo hasta antes de 1910, para ser su antecedente: el magonismo fue rival del porfiriato pero también del maderismo, del carrancismo, del obregonismo.
La Constitución ha muerto
Sobre las vejaciones de la tiranía, sobre la intriga del clero, sobre la absorción del capital y del militarismo, surja el edificio grandioso de la fraternidad, de la democracia y del engrandecimiento nacionales.
Reforma, Unión y Libertad. Febrero 1907. Manifiesto liberal.
Los revolucionarios reunidos en el Partido Liberal Mexicano reconocían la gran influencia que había dejado en ellos el espíritu reformador, anticlerical y antiimperialista de los liberales de la Reforma. Dicha influencia se percibe con claridad en su constante crítica al papel que jugaba la jerarquía eclesiástica y al carácter enajenador del discurso religioso.
De 1892 a 1903 el magonismo hará una defensa abierta de la vigencia de la Constitución del 5 de febrero de 1857; constantemente los liberales denunciarán las violaciones a dicho ordenamiento legal que realizaban de manera sistemática jueces, burócratas y demás cagatintas.
Aunque en la mayoría de los clubes liberales se expresan fundamentalmente ideas anticlericales, Ricardo Flores Magón , a riesgo de su vida, interviene en el Primer Congreso Liberal, celebrado en febrero de 1901 en San Luis Potosí, denunciando la tiranía porfirista; la valiente postura de este joven oaxaqueño de veintitrés años, imprimirá un giro antiporfirista al discurso liberal.
Durante los primeros años, los liberales entregan una gran parte de su energía a la elaboración de numerosas publicaciones, las cuales jugarían un papel fundamental, pues serían los instrumentos principales de denuncia, crítica, agitación y transmisión de ideas e información. Los periódicos liberales fueron azote para los miembros del grupo gobernante, quienes no sólo fueron denunciados, sino también ironizados hasta la burla. No era para menos.
La utilización que los liberales hacen del periódico se remite a una vieja tradición; no son ajenos a ella Francisco Severo Maldonado o Rafael de Zayas Enríquez, quien escribió: Hay veces que deseamos que nuestra palabra fuese la lava incandescente de un volcán que corriera arrollando cuanto hallase a su paso, devorando hasta los últimos vestigios de las ideas retrógradas, para fundar la sociedad en bases más humanitarias, bajo el pie de la verdadera igualdad.
Esta tradición de lucha periodística reconoce entre sus promotores a Francisco Zarco y a Guillermo Prieto, quienes desde periódicos atacaron con vehemencia al clero, y a los conservadores partidarios de cortes imperiales.
Los liberales bajo la dictadura porfirista, también utilizan la tribuna como un medio importante de agitación. En fiestas cívicas, los oradores se referían al 5 de mayo, al 5 de febrero o a 1810, y aprovechaban para denunciar las atrocidades de Jefes Políticos y capataces.
La tradición antiimperialista de los liberales de la época de las guerras de intervención, alimentó la visión de los liberales de principios del siglo XX. A través de diferentes medios, éstos criticaron y denunciaron las estrechas ligas del dictador con expoliadores extranjeros.
La acracia viaja a México
Las ideas de reinvindicación social proclamadas por el socialismo europeo, encontraron feraz terreno en México, allá por el siglo XIX, influenciando de manera directa algunos movimientos populares. De la Escuela del Rayo y del Socialismo, en el convulsionado Chalco, hasta las uniones mutualistas de los artesanos, el socialismo europeo dejó marcada su huella igualitaria.
Mientras en Europa anarquistas y marxistas se enfrentaban en la Primera Internacional, Zalacosta, Santa Fe, José María González, Julio Chávez López y Juan de la Mata Rivera difundían en México el ideal igualitario del socialismo europeo, usando para ello la tribuna, el periódico o la revuelta campesina.
De las corrientes socialistas europeas, será el anarquismo el que ejerza mayor influencia sobre los miembros de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano (P.L.M.)
El antiestatismo, el ateismo y el igualitarismo, así como el desprecio ácrata por los mecanismos electorales, atraerán intensamente a un sector del PLM.; todo ello, al igual que la persecución, la cárcel y el exilio había preparado las cosas para que dicho sector viera como única salida ante el despotismo porfirista, la revuelta radical.
Librado Rivera, maestro potosino, recordaba que ya en 1900 se leía con frecuencia en los círculos liberales, obras de Juan Grave, Malatesta, Pedro Kropotkin, Eliseo Reclus, Tárrida de Mármol y otros. Dios y el Estado de Miguel Bakunin fue lectura buscada por los liberales mexicanos.
La Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano no imprime a su discurso una postura abiertamente anarquista sino hasta después de 1906; no obstante, desde 1904 viene promoviendo la creación de grupos armados en más de doce estados de la República mexicana.
La concepción anarquista predominante en el grupo coordinador de la Junta, se expresa claramente en la carte enviada por Ricardo Flores Magón a su hermano Enrique y a Práxedis G. Guerrero, el 13 de junio de 1908. La concepción antigubernamental determinará, por un lado, la alianza y profunda relación con anarquistas de diferentes países --en particular con los wooblies de la I.W.W. norteamericana-- y, por otro lado, el deslinde de un importante número de liberales que pasarán al bando maderista.
Juan Sarabia, redactor final del Programa del PLM del 1º de Julio de 1906, moderó las tendencias anarquistas y comunalistas que se expresaban en él, dando a este documento programático un corte reformista. Sin embargo, en las semanas siguientes a la publicación del programa, la Junta enviaría varias circulares a sus correligionarios con instrucciones para que se levantaran en armas contra la dictadura, lo cual debían hacer de un momento a otro, en cuanto se supiera de que ocurría un levantamiento armado en Cananea --lo cual indica que la represión a la huelga no había acabado con el movimiento en aquel mineral fronterizo-- o ante alguna otra instrucción especial.
Posteriormente, en los manifiestos de 1911, el núcleo anarquista del Partido Liberal Mexicano dirige sus dardos hacia la trinidad maldita: capital, autoridad y clero, invitando a la rebelión y a la expropiación, así como a la formación de milicias armadas.
En marzo de 1918 se lanzará el último manifiesto magonista, que es una exhortiva a los anarquistas del mundo para que el borde de ese abismo de barbarie que era la Primera Guerra Mundial, se lanzaran a la revuelta; este manifiesto termina con el grito de ¡Viva Tierra y Libertad! como muchos escritos del Partido Liberal Mexicano desde 1910, consigna de lucha difundida años antes por Práxedis G. Guerrero, quien las había tomado de los populistas rusos. Dicho manifiesto costaría el noveno encarcelamientoa Ricardo Flores Magón, en el que halló la muerte.
V. La tradición comunalista del Magonismo
Se ve pues, que el pueblo mexicano es apto para llegar al comunismo, porque lo ha practicado, al menos en parte, desde hace siglos. -- Ricardo Flores Magón.
La lucha que desde siglos atrás venían impulsando los pueblos indios, su tenaz resistencia, así como la costumbre comunitaria, sin duda tienen una fuerte presencia en el pensamiento y acción magonistas. A su vez, cuando el porfirismo fue sacudido y derribado, los pueblos indígenas contribuyeron de manera decisiva.
A principios de este siglo, el último grado en la escala de la explotación del trabajador mexicano lo ocupaba la población india: indios eran los peones en las haciendas, también había muchos indios en las minas o en la construcción de vías del ferrocarril. Los magonistas, muchos de ellos indígenas o muy ligados a los pueblos indios, demandaron la restitución del territorio comunal y se lanzaron a través de la expropiación y la revuelta a la recuperación de sus tierras.
Numerosas acciones del Partido Liberal Mexicano están íntimamente vinculadas al pensamiento y a las formas de lucha de los pueblos indios. En proclamas, circulares, artículos, programas, movilizaciones, está presente el reclamo indígena y también la reivindicación de la forma de vida comunal como posibilidad organizativa de la nueva sociedad mexicana. El ideal socialista de los magonistas identificaba la representación asamblearia, los trabajos comunitarios y el goce de la tierra en común, como formas antiguas, propias a los pueblos indios, las cuales representaban una alternativa revolucionaria.
Los Magón fueron muy influenciados no sólo por don Teodoro, aquel representante comunal de pueblos del Distrito de Teotitlán del Camino; sino también por Palomares, Kantún, Donaciano Pérez y muchos otros que llevaban sangre india; ellos hicieron que el magonismo fuera parte de la tradición del socialismo comunalista mexicano. Además de estos importantes militantes del magonismo, existieron otros indios vinculados al movimiento que tendrían importancia luchando aún después de apagarse el magonismo con la muerte de Ricardo Flores Magón; tal es el caso del dirigente purépecha Primo Tapia, quien vivió con los Flores Magón en Los Angeles --según se afirma fue su guardaespaldas en 1910-1911 debido a su fortaleza, valor y carácter alegre--, se adentró con ellos en el anarquismo y después como wooblie, para finalmente regresar a Michoacán y encabezar un importante movimiento regional contra hacendados en el área lagunera de Zacapu entre 1921 y 1926.
En el Programa del Partido Liberal Mexicano de 1906 se presentan como reclamos, dos de las demandas más sentidas por los pueblos indios: La restitución de tierras y el respeto a su autonomía. Será años después, coincidiendo con la radicalización anarquista del movimiento, que la valoración de las formas indias de organizar la vida aparecerán contínuamente en los textos del movimiento. Antes y después de la publicación del Programa del PLM, los magonistas denuncian despojos y persecuciones, se integran a las reuniones, a las juntas conspirativas, a los grupos armados, se vinculan a la revuelta indígena.
Ricardo Flores Magón identifica directamente la costumbre indígena con su propuesta de sociedad libertaria, alternativa al derrumbe porfirista. Para él la revolución debía garantizar al pueblo el derecho de vivir, y sólo la revolución social podría poner en las manos de todos, hombres y mujeres, la tierra, fuente de vida. El bienestar y la libertad sólo se lograrían suprimiendo todo tipo de amos. La necesidad social más urgente de México es la dignificación de la raza....
En sus escritos de 1911-1914, Ricardo señala que los indígenas mexicanos al tomar las tierras de las haciendas, con el fusil en la mano y trabajándolas en común, están realizando una gran transformación social y económica. Contra lo que los socialistas doctrinarios afirmaban, Flores Magón señala que los bandidos, que tanto espantaban a los burgueses, no necesitaban leer a Kropotkin o a Marx para hacer la revolución social. En Regeneración, Ricardo escribe: Hemos corrido la palabra a nuestros hermanos de las diferentes tribus indígenas que habían sido despojados de sus tierras, para que tomen inmediata posesión de ellas. Nuestras fuerzas los apoyarán en su obra reivindicatoria....
El pueblo mexicano es apto para el comunismo libertario, porque lo vive y lo ha vivido; los calpullis, las tierras comunales, los tequios y faenas, los mecanismos de representación de las tribus, de las comunidades, la férrea resistencia autóctona imponen su sello en el discurso y acción magonistas. A partir de 1910 su definición anarquista es clara y en ella juega un papel fundamental la adopción de una nueva consigna: ¡Viva Tierra y Libertad!, que sería la principal para el magonismo. Pero la importancia de esta consigna no puede entenderse desligada del concepto de lucha para alcanzarla, expresada en documentos fundamentales como el manifiesto de septiembre de 1911: se trataba ya de acabar con la autoridad, el capital y el clero a través de las armas, invitando a la población a organizarse, tomar los pueblos, abolir la propiedad privada, apropiarse de los medios de producción y mercancías, echar a andar nuevamente la producción en común, organizar la distribución equitativa de los productos almacenados y defenderse con las armas de los intentos contrarrevolucionarios de los propietarios, los capitalistas y el gobierno. En eso consistía luchar por Tierra y Libertad, y en esta lucha por el comunismo el pueblo mexicano era considerado apto para alcanzarlo porque la experiencia cultural de los pueblos indios era una muestra de que la autonomía anarquista era viable, históricamente posible. Por ello, cuando Zapata se interesa por Tierra y Libertad hacia 1912, no es sólo por una consigna que tenía años de ser magonista, sino también por su concepto de lucha.
Esta ubicación de las sociedades indias en el horizonte libertario para transformar México no era exclusiva de quien tenía origen mazateco, como los Flores Magón, sino que era compartida incluso por anarquistas norteamericanos como Voltairine de Cleyre y William C. Owen.
Además, la tradición comunalista, sostenía Ricardo Flores Magón, estaba viva también entre la población campesina, lo que era muestra de su viabilidad: En cuanto a la población mestiza, que es la que forma la mayoría de los habitantes de la república mexicana, con excepción de la que habitaba las grandes ciudades y los pueblos de alguna importancia contaba igualmente con tierras comunales, bosques y agua libres, lo mismo que la población indígena. El apoyo mutuo era igualmente la regla; las casas se fabricaban en común; la moneda casi no era necesaria, porque había intercambio de productos; pero se hizo la paz, la autoridad se robusteció y los bandidos de la política y del dinero robaron descaradamente las tierras, los bosques, todo.... se ve, pues, que el pueblo mexicano es apto para llegar al comunismo, porque lo ha practicado, al menos en parte, desde hace siglos, y eso explica porqué, aun cuando en su mayoría es analfabeto, comprende que mejor que tomar parte en farsas electorales para elevar verdugos, es preferible tomar posesión de la tierra, y la está tomando con grande escándalo de la ladrona burguesía.
En agudo contraste, hay que recordar que Panchito Madero sostuvo desde 1908 que el pueblo mexicano es apto para la democracia, porque: el pueblo ignorante no tomará una parte directa en determinar quiénes han de ser los candidatos para los puestos públicos... Aún en países muy ilustrados, no es el pueblo bajo el que determina quiénes han de llevar las riendas del gobierno. Generalmente los pueblos democráticos son dirigidos por los jefes de partido, que se reducen a un pequeño número de intelectuales.
Así, mientras que para el apóstol de la democracia el pueblo mexicano es apto para lograrla porque no va a participar en ella, para Flores Magón es apto para el comunismo porque ese pueblo ignorante, que Madero menosprecia, lo han vivido a pesar de la dominación.
En este contexto, no dejan de resultarnos conocidas las palabras del socialista yucateco Felipe Carrillo Puerto: Estamos tomando esas tierras comunales de las propiedades de los hacendados... esas tierras no se dan a ningún individuo. Los mayas son un pueblo comunitario con una gran responsabilidad de grupo. Las tierras son comunes y pertenecen a la comunidad.
El magonismo, ligado estrechamente a las luchas de los pueblos mayas, yaquis, zoque-popolucas, zapotecas, nahuas, purépechas y a los indios de la Baja California, se inserta en una vieja tradición socialista, que muchas veces se manifiesta a través de una memoria oral que recoge el espíritu del comunalismo indígena, el cual sin lugar a dudas se presenta como un fuerte obstáculo al desarrollo de un modelo capitalista expoliador de todo tipo de riqueza, uniformador, centralista y occidental.
El grito de ¡Viva Tierra y Libertad! que conmovió diferentes regiones del territorio mexicano, también hizo temblar a caciques, terratenientes y jefes políticos, quienes bajo la protección de don Porfirio habían cercado pueblos enteros, saqueado sus maderas y engordado sus cuentas bancarias con la sangre, sudor y lágrimas de los trabajadores indios.
La vinculación del magonismo con la lucha indígena crea en gran parte las condiciones para que, vía lucha armada, los campesinos indígenas recobren tierras o eviten el despojo de ellas.
VI. Magonistas e indígenas juntos en la revuelta armada
Ya por estos tiempos empezaron a entrar allá en Milpa Alta ciertas personas llamadas otomíes y zapotecos... Cuando andaban los zapatistas se oían lenguas diferentes --Doña Luz Jiménez.
Los delegados de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano recorrieron todo el país, llevando acuerdos e informaciones, mientras el grupo que permaneció en los Estados Unidos establecía por correspondencia contacto con los liberales, que en muchos lugares del país mantenían viva la resistencia. Muchos meses antes de los levantamientos de 1906, la Junta había ya establecido fuertes vínculos con las luchas indígenas.
El Partido Liberal Mexicano dividió militarmente al país en cinco zonas; Regeneración, el periódico de combate del cual se llegaron a editar más de treinta mil ejemplares, circulaba en muchas regiones del país. Algún viajero recuerda la atención con que un centenar de indígenas de la Tarahumara escuchaban la lectura de un ejemplar de Regeneración.
Hilario C. Salas, originario del pueblo mixteco de Santiago Chazumba, invitaba en popoluca a la rebelión a los habitantes de la sierra de Soteapan, Veracruz. En Yucatán los grupos magonistas impulsaban la guerra en los pueblos mayas. Abelardo Beave recorría las sierras de Oaxaca hablando a los indios sobre la revuelta que se preparaba, y lo mismo hicieron otros magonistas entre los chontales de Tabasco y los yaquis de Sonora.
Cuando Ricardo Flores Magón señalaba que el sur nunca había tolerado a los tiranos, sólo podía referirse a la gran tradición comunitaria que había caracterizado a los pueblos indígenas de esa región de México. Y no sólo se refería a la Costumbre sino también a su tenaz y centenaria resistencia.
En Morelos, un calpuleque de Anenecuilco acordó con los mayores que había llegado el tiempo de la rebelión, iniciando así la gesta zapatista. Los magonistas con simpatía profunda establecieron nexos: muchos de ellos, como el mismo Abelardo Beave o Antonio Diaz Soto y Gama, se fundieron a las luchas de las huestes surianas, al combate de los calzonudos que habían bajado de la sierra para hacerse justicia.
Los indios de México contribuyeron de manera decisiva a que la revolución se radicalizara y los magonistas promovieron constantemente la alianza con los movimientos indígenas, que vieron en la revuelta el único camino para defender su derecho. De ese modo, tal vez ignorándolo, preparaban el terreno para que fuera de provecho esa gran tormenta que venía: la revolución social.
Vientos Magonistas en el Norte del Istmo.
En la porción noroeste del Istmo de Tehuantepec se ubican los cantones de Acayucan, Minatitlán, y los Tuxtlas, en el estado de Veracruz, y el cantón de Huimanguillo, en la Chontalpa tabasqueña. Allí el movimiento magonista y la tradicional lucha indígena se fundieron para dar lugar a uno de los procesos de revuelta antiporfirista más radicales y profundos.
Esta región ha sido habitada desde antiguo por comunidades de las naciones popoluca, nahua y chontal, las cuales son poseedoras de tierras y bosques ricos en maderas tropicales.
Estos indígenas ya enfrentaban los despojos y las arbitrariedades desde muchos años antes de que, en un pueblo de la mixteca oaxaqueña naciera en 1871 Hilario Carlos Salas Rivera, magonista que sería uno de los principales instigadores de la revuelta que en 1906 desmintió en los hechos, la "paz social" pregonada por los tecnócratas porfiristas.
Después de numerosos proyectos, el porfirismo hace posible el viejo sueño capitalista de comunicar a tráves del ferrocarril el Océano Pacífico con el Golfo de México. La realización de este proyecto fue concesionada a la empresa inglesa Pearson and Son Ltd., con cuyo propietario el dictador Díaz llevaba excelente relación.
El desarrollo de los puertos de Salina Cruz y México (Coatzacoalcos), así como la construcción del Ferrocarril Nacional de Tehuantepec, agudizó de manera violenta el despojo de tierras y bosques a las comunidades de esta región.
El mismo Pearson, sólo en el ex-cantón de Minatitlán, acaparó un poco menos de 42 mil hectáreas, y otros extranjeros hicieron lo mismo con cientos de miles de hectáreas, destacándose la empresa deslindadora norteamericana Mexican Land and Co. De pronto las selvas, antiguo patrimonio comunal de los pueblos indígenas del Istmo de Tehuantepec, fueron medidas, amojonadas y registradas como propiedad de extranjeros o de nacionales muy ligados a la dictadura; tal sería el caso de más de ciento treinta mil hectáreas que Romero Rubio, suegro de don Porfirio, vendió a Pearson.
Los bosques de maderas tropicales próximos a los ríos, a las vías o al mar, fueron materialmente arrasados; en pocos años se instalaron monterías donde se extraían la caoba y el cedro; los bosques proveyeron de durmientes al ferrocarril, sin que este saqueo beneficiara a los dueños y cuidadores por siglos del recurso. Este proceso abarcó también una amplia porción de los territorios históricos de los pueblos mixes de Mazatlán y Guichicovi, así como de los zoques de Los Chimalapas, en el Estado de Oaxaca.
De este modo, los indígenas no sólo sufrieron el despojo de sus recursos y la imposición de formas de trabajo esclavo, sino también la imposición de autoridades y de medidas represivas: quien protestaba era enviado a las selvas de Quintana Roo, al cercano Valle Nacional o bien asesinado por los rurales (del cuerpo rural del sur de Veracruz surgiría el siniestro Francisco Cárdenas, asesino de Madero y Pino Suárez).
Esta situación de despojo y violencia contra la población indígena había creado las condiciones de descontento que permitirían el desarrollo de una respuesta masiva y violenta a lo que representaba la dictadura porfirista.
Cuando en 1904 hace su aparición en esta región el delegado en Veracruz del Partido Liberal Mexicano, los indígenas realizaban gestiones legales para recuperar lo que se les había despojado. En la tradición oral de los pueblos zoque-popoluca continúa vivo el recuerdo de los movimientos reivindicadores de principios de siglo. Santiago Martínez Hernández, popoluca de Loma Larga, Veracruz, contó a los maestros Rufino y Emilio Pascual, hablantes de la misma lengua, su recuerdo:
Al terminar el siglo XIX y a principios de este siglo, las comunidades aledañas de la Sierra de San Pedro Soteapan promovieron gestiones para definir sus límites territoriales y recuperar las tierras arrebatadas, mientras estaban en estas gestiones se declaró la propaganda y organización del gran Partido Liberal Mexicano iniciado por los hermanos Flores Magón y otros correligionarios.
Don Santiago relata también que cuando don Hilario C. Salas llegó a San Pedro Soteapan los indígenas de la sierra estaban muy indignados porque los habían despojado de sus terrenos.
Fruto de los esfuerzos magonistas, en los años de 1904 y 1905 se fundan clubes liberales en Chinameca y Puerto México, formados principalmente por trabajadores del Ferrocarril Nacional de Tehuantepec. Del club liberal Vicente Guerrero, en Chinameca, provendría los encabezados Cándido Donato Padua y Enrique Novoa, quienes como magonistas jugarían un importante papel en los sucesos posteriores.
Durante 1905 y 1906, los magonistas desarrollan un intenso trabajo de propaganda y de relación con representantes y comunidades indígenas: Don Hilario C. Salas era delegado de la Junta Organizadora del gran Partido Liberal Mexicano en el Estado de Veracruz. Tenían contacto con varios compañeros de la región. En los últimos días del año de 1905 recorrió toda la región de la Sierra de San Pedro Soteapan, recuerda don Santiago Martínez Hernández.
Ante la expansión creciente de las propiedades de los Pearson, de la Veracruz Land and Cattl
fuente: http://vocal.lahaine.org